Usualmente, el mundo del videojuego está ligado a la actualidad. Cada semana aparecen nuevos anuncios, filtraciones o fake news que tambalean los argumentos y remueven las opiniones de aquellos atrevidos que osen comentar los acontecimientos que se suceden día tras día nuestra querida industria del videojuego. Ante un contexto tan cambiante en el que prima la novedad y en el cual se deja de hablar sobre un juego días después de su salida yo me pregunto ¿Para qué sirve la retrocompatibilidad? ¿Existe un público que realmente aproveche estas bondades o supone una “medallita” para sustituir la llegada de juegos nuevos?
Ante este panorama, Xbox lo tiene claro, su ecosistema nos ofrece una enorme cantidad de juegos de Xbox 360 y la Xbox original. Los cuales además vienen (algunos) con mejoras gratuitas. Aun así, no muchos consideran este aspecto como importante. Como dije, en la comunidad general de jugadores se apunta solo a los nuevos lanzamientos, uno tras otro, mes a mes, sin mirar más allá de una fecha determinada y sin considerar grandes títulos que pueden hacer más que dar la talla. Estas personas están ignorando una enorme cantidad de títulos ¿Quién sabe si el juego de tus sueños fue lanzado en 2005, te vas a negar esa posibilidad?
Parece que los polígonos están pasados de moda
Y es que Xbox siempre fue la niña nueva. Aquella a la que se le miraba por encima del hombro, aquella que (para muchos) nunca fue aceptada dentro del mundillo. Sin embargo, no somos conscientes de las posibilidades que nos ofrece la retrocompatibilidad.
Imagina una tarde libre, sin nada a que jugar. Te encuentras vagando entre Twitter y YouTube y, como un haz de luz, de repente, parece que por fin has encontrado un vídeo que parece interesante. Es un análisis largo y sesudo sobre un juego que parece interesante. El título tiene personalización, desarrollo RPG, relaciones entre personajes, decisiones… Parece el juego perfecto, y encima es una saga: infinitas horas de diversión para mitigar todos tus males.
Te sientes emocionado, ante repetitivos juegos de mundo abierto, clónicos y llenos de bugs, tú has encontrado un título que por fin despierta verdadera curiosidad en ti. Quieres probarlo, necesitas saciar toda esa emoción que ahora recorre tus venas. Por lo tanto, realizas una rápida búsqueda en Google y, oh; vaya. Parece que el juego no está disponible en tu plataforma, resulta que se estrenó hace 10 años. Sin embargo, si te ofrecieran una buena retrocompatibilidad podrías comprar el título (quizás de segunda mano y a un precio irrisorio) y simplemente introducirlo en tu consola… Espera, esto me suena…
Simplemente introducir un disco y jugar, quien pudiera…
Para mí, éste es el verdadero valor de la retrocompatibilidad: permitir a los jugadores vivir las experiencias que se perdieron años anteriores, sin depender de que su aparato no se rompa o de que le ofrezcan un remaster regulero a precio completo. Con la retrocompatibilidad el usuario tiene más opciones, más probabilidades de encontrar el siguiente juego a disfrutar y tiene la seguridad de no perderse las joyas pasadas (y no tan pasadas) que no pudo jugar en su momento. Puede elegir qué le conviene más, lo cual siempre es mejor y evita depender un poco menos, como dije antes, de las decisiones de las empresas.
No obstante, este no es el único valor de la retrocompatibilidad, ya que dicho servicio cuida muy bien al jugador nostálgico. Sabemos que al usuario de videojuegos le gusta revivir los juegos de su infancia y siempre vuelve a aquellas obras que le vieron crecer como videojugador. Por eso debemos luchar por la retrocompatibilidad. Para no depender ni esperar a remasterizaciones que quizás nunca lleguen y así poder tener más libertad de jugar lo que queramos cuando queramos. Porque de eso trata esto, de opciones, de elegir cuando te apetece volver a escuchar los épicos cantos del primer Halo o perderte por Rapture en Bioshock.
No quiero Ray Tracing. A mí dame bordes de sierra y sonido mono, tío
Y justamente eso es lo que nos ofrece la compañía dirigida por el tito Phil: opciones. De hecho, el año que viene saldrá a la venta una colección remasterizada de la mítica saga Mass Effect. La cual puede encontrarse en su versión original gracias a la fusión de EA Play con Game Pass, que trae de vuelta muchos juegos de la compañía al servicio más famoso de los últimos años. De esta forma, el usuario de Xbox podrá elegir qué prefiere, si jugar (o rejugar) en este mismo momento las aventuras del comandante Shepard o, por el contrario (puede darse el caso) decidir esperar hasta su remasterización. Esta, si me lo permitís, me parece una posición privilegiada y digna de agradecimiento a Xbox. La cual viene haciendo las cosas bien desde ya hace bastante tiempo.
Porque no es ningún secreto para nadie que la división de Microsoft lleva unos años esforzándose para ofrecer a sus usuarios unas condiciones más que envidiables y no son pocos los jugadores que estaban anclados en otras plataformas los que han empezado a echar el ojo a ver que se cuece en el otro lado. Para estos nuevos jugadores, la retrocompatibilidad es aún más atractiva que de base, pues resulta que pueden descubrir de las franquicias Xbox, favoreciendo el deseo de dar el paso y cambiar, pudiendo disfrutar de todos los juegos que se perdieron en su momento.
La retrocompatibilidad supone una oportunidad y debemos aprovecharla
Como veis, la retrocompatibilidad es fantástica y, en mi opinión, muy necesaria para la comodidad y el disfrute del usuario. En este sentido, habilita la posibilidad de rejugar viejas glorias o descubrir joyas que podrían haber pasado desapercibidas en su momento. Tampoco podemos olvidar las facilidades que ofrece a un nuevo usuario de Xbox. Ya que le permite disfrutar de cientos y cientos de juegos nuevos para él.
Por ello, debemos agradecer y saber valorar cuando las compañías lo hacen bien y nos ofrecen más opciones para disfrutar de este maravilloso pasatiempo que son los videojuegos. Y Xbox lo hace, ofreciéndonos su pasado y su presente a todos los jugadores que estén dispuestos a descubrirlo. Para ello, el usuario solo tiene que hacerse una simple pregunta, plantearse una cuestión la cual una vez resuelta, le abrirá una puerta a un mundo de posibilidades. La pregunta es la siguiente: ¿Qué es lo próximo que quiero jugar?
Acerca del autor
Psicólogo amante de los juegos cooperativos, el RPG y de disparar a todo aquello que se mueva.